octubre 22, 2003

Me he detenido a mirar cómo se hace un flan, con sólo verlo recuerdo su textura, el sabor dulce y cómo se va deshaciendo paulatinamente por mi boca, lo destrozo contra mi paladar, rebota a un lado de mi boca y se vuelve pasta líquida con azucar, antes de pasar de un sopetón a mi esófago, listo para el siguiente pedazo víctima, me gusta el almíbar y la miel, no es pecado. Y hay de distintos sabores, de sémola, de leche y de frutas, sólo puedo imaginar el de leche, me hostigo rápido, creo que el de sémola puede esperar en ese refrigerador de añoranzas.

Caminando por un lado del parque ví cómo funciona el lenguaje del amor, sentados en una banca y mirándose fijamente a los ojos, una pareja consolida su unión una vez más, él le coge las manos, luego acaricia su rostro y se acerca paulatinamente a su oído, lanza las palabras y su rostro cambia, ya no es esa mirada suave, los ojos denotan resignación, que poco a poco rozan la tristeza y desesperanza, contagia a su acompañante, la que cambia súbitamente de expresión, lo mira fijo, aprieta sus manos y comienza a increparle, a gritar a gruñir, él se limita a bajar el rostro. Ella no está contenta, se pone de pie y hace un sinfín de muecas y expresiones, chilla, la gente pierde su tiempo se divierte viendo aquella inquietante escena, yo pasmado me voy sin hacerle caso a ese par de locos, detesto los escándalos.

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