octubre 26, 2003

Me encanta la soledad de los fines de semana, pero no cuando deja de serlo, no sé qué me da por evitar responder frases sueltas de la gente, flojera mental o me cuesta acostumbrarme a no hablar sólo conmigo mismo, en esta semana de recuerdos que uno no quiere recordar y otros materializan, desintegrarme puede ser lo más adecuado, transformarme en tierra, aire y fuego, así puedo viajar por todos lados sin molestar.

El viernes saliendo de mi tortura diaria sentí olor a ron durante un buen rato, hasta pensé que a lo mejor era yo, que no recordaba dónde ni con quien había probado un poco de ese líquido y volvía de la catarsis espiritual, extrañado, evitaba darle oportunidad a esa fragancia de seguir hiriendo mi nariz, virando mi rostro o buscando el perfume de la chica que pasa por mi lado, sucede muchas veces que el alcohol me llena de miedo, porque involuntariamente lo asocio a peligro, más por los rostros que dibuja con su trazo tembloroso y de colores tétricos, como todo artista de lo sepulcral. Entro a una tienda, creo que un buen chocolate lo puede solucionar.

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