noviembre 24, 2003

Las cosas no hay que pensarlas, definitivamente no es lo mejor cuando se trata de buscar el disfrute a una situación que se te viene de repente, buscarle las aristas, vértices y lados del destino nunca llevarán a lo que ocurrirá, lo digo porque me pasa a cada rato, ahora le tocó a la chica que vendía tarjetas prepago, sucede que luego de comprar la bendita tarjeta e intentar ingresarla en mi teléfono, esta no era válida, perdí la mañana y bastante bilis intentando convencer a la chica que me devuelva la tarjeta o el dinero, hay veces que debería ser intransigente, como mi tia, y alocadamente pedir que me devuelvan la plata, afortunadamente (para la chica), pudo convencerme que esperara hasta el día siguiente y probara pues seguro era problema de la empresa que emite las tarjetas, asado, me fui.

A la mañana siguiente volví a intentar y oh sorpresa! funcionó, me quedó la conciencia intranquila y pasé todo el día buscando las mil y una maneras de cómo decirle a la susodicha para que me disculpe y poder invitarla a cenar (de paso reivindicarme). No lo iba a hacer en persona, ni a balas, teniendo el teléfono de su trabajo me parecía más disimulado, pero ¡otra sorpresa!, la llamo con toda la cháchara ideal fija en mi cabeza y resulta que se "habia ido de vacaciones", o sea, si la tarjeta no funcionaba me quedaba en el mismo aire y sin lo que pagué por ella, pero hay que verle lo positivo, no gasto mi plata en reivindicaciones ni en otra tarjeta.

No tengo ganas de ponerme a buscarle la metafísica al asunto, hoy me toca ser realista.

No hay comentarios.: