noviembre 10, 2003

Es cuando le escribes y no quieres que te responda, que algún error de Hotmail borre tu mensaje y no lo vea, pero sin embargo lo lee y te envía algo de regreso, tan fria algunas veces, otras cálida y tierna, pero no encuentras las puertas abiertas; o cuando te reta a ponerte en frente de ella, uno acepta y en lugar de que se retracte, te pone los días y la hora exacta a la que podrías encontrarla; o también cuando el día del encuentro piensas que no llegará o llegará tarde y te das de cara contra el piso cuando la ves hasta antes de la hora pactada; cuando te dice al despedirse 'nos escribimos', sin asegurar si algún día volveremos a vernos, tú creyendo que no aceptará una invitación a salir, se la haces y sin embargo te dice que sí, el día del nuevo encuentro quisieras que se aburra con lo que dices y no hayan más temas que conversar, sin embargo el local apaga sus luces para darnos cuenta que debemos ya salir del lugar, es llevarla a su casa y que se despida de tí con toda la confianza posible, que diga que te cuides y que le escribas. TODO ESO ES UNA SOBERANA ESTUPIDEZ, ¿para qué? para creer que todas las putas canciones que toca la radio conocen de tu 'enfermedad' y te aconsejan, te animan, te desaniman, te alientan, te tumban al piso y te levantan, o reventar en cólera cada vez que lees tu hotmail para darte cuenta que ha pasado una semana y no escribe, tentándote la idea de comprar un celular y enviarle todos los mensajes de texto que puedas hasta tirarte todo el saldo, o cuando llegue su mail (porque llegará de todas maneras) alucinar que aceptará permanecer a tu lado cuando lo necesites y tú también, que sepa todo lo que sientes por ella y sin embargo no seas capaz de decírselo en su cara pelada porque temes su negativa, porque a pesar de todo te gusta estar así, perreando por una chica, la única, prometiéndote por n-ésima vez que esto se acabó y al menor descuido estás soñando que te la encuentras otra vez en la universidad, debo decírselo, recibir su 'no gracias', y estrellarme de cara, ahora sí, contra esa barrera, pues ni sus defectos, ni mi timidez, ni la perfecta conciencia de mis limitaciones pudo detenerme, sí, que me chotee olímpicamente, así aprenderé a no ilusionarme, el punto, es cuándo decírselo, ¡AGÁRRENME!.

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