noviembre 06, 2003

La sala es amplia, un fuerte olor a flores se siente en el ambiente, más pesado de lo que alguna vez pude sentirlo, cuando Alex se fue o cuando entré a la capilla para despedirme de uno de los hermanos de mi colegio, veo también los vestidos oscuros, rostros compungidos hurgando entre las margaritas por explicaciones, algunas tal vez convincentes, otras más bien sombrías pero falsas, con una ténue seriedad que poco a poco se torna en incertidumbre, algunos se increpan silenciosamente, opacidad de ojos que hacen más fúnebre el lugar, como emitiendo haces de oscuridad contra los que la luz vespertina no puede luchar.

La sangre seca tiene un aroma débil, pero se queda terca entre las fosas nasales y garganta, forma una burbuja difícil de reventar con un soplido, la piel aún no emite olores, pero luce una palidez indicando que pronto será hedor lo que produzca antes de desaparecer, si no estuviera allí encerrado, juraría que está durmiendo, soñando con quien siempre soñó, armando en su mente cosas que nunca materializó, escribiendo frases de melancolía que en ninguna alegría se transformó, me acerco para cerciorarme si su rostro emite su conocida y tétrica nostalgia, sin éxito, retrocedo lentamente, es hora de despedirme de mi cuerpo, me toca un viaje sin retorno, tú te quedas, me voy al encuentro de mis sueños, pues ahora del mismo elemento estoy hecho.

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