noviembre 28, 2003

Alguien falleció, debo estar conmovido y presto a apoyar con un muy lamentable pésame salido de lo más hondo de mis afectividades o algún ramo de flores, dada la indiferente amistad que me une al familiar (es un conocido) falto ahora de alguien en su vida, a todos los presentes los he visto mil y una veces deambular por los pasillos de mi local de estudios, conversando muy alegremente bajo el frio o calor, con chompa o short, pero ahora se transforman, curioso, son rostros que acomodan ensombrecimiento, obligatorio en estos casos, como si aparte de vestirse el cuerpo, también se vistieran la cara, justo a la situación, para mí no es mucho el esfuerzo, el ensombrecimiento facial es como un pantalón que nunca me saco, a pesar de estar demasiado usado lo sigo teniendo puesto. Duele perder a alguien, así siga vivo o muerto, pero lo ajeno no me interesa por carecer de la afinidad, rehuyo del compromiso y veo aquellas caras las mismas de siempre, un poco más viejas tal vez que se alejan de mi mente, volveré a verlas, sí, alegres, diáfanas e irradiando luz, la mía se apagó hace tiempo.

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