Es el turno de Martín en la estufa, como todos los sábados, y dado que nadie cocina mejor, nosotros, los compañeros de cuarto, le dejamos el encargo de prepararnos algo y la suerte de no tener que pagar por la merienda, total, comerá bien y gratis. Será: Pollo guisado, ensalada, arroz, crema de espárragos, algún que otro refresco, si no gaseosa, y de postre: helado, aprovechando que el sol ha salido y brilla fuerte.
Aprendió a cocinar aquí, no en Colombia, su tierra, y compra el pollo vivo pues según él, la buena cocina empieza cuando 'sabes cómo matar al ingrediente principal', eso dice al despojar friamente de su vida a nuestro plumífero almuerzo sin que este se dé cuenta, así, 'la carne será tierna y menos dificultosa para cocer'. Le damos toda la razón al probar cada bocado y degustar el guiso que se ha colado en el tejido, toda una sensación.
Va transcurriendo el suculento almuerzo y al fin aprovecho para hacerle una pregunta típica, '¿a qué te dedicabas en tu tierra?', pronto, su rostro cobra un raro ensombrecimiento y me pregunta: '¿seguro que quieres saber?', ante mi afirmación, respira lentamente y sin dejar de mirar su plato, revolviendo con el tenedor los restos aún comestibles del pollo me suelta: 'Yo mataba gente a sueldo', mientras que los demás dejaban hacer ruido con los cubiertos y yo me recobraba de la impresión inicial le pido me explique cómo era su labor de sicario.
Más bien pensaba que era un chiste, pero poco a poco, al explicar su ex-trabajo: motocicletas, velocidad, llegaba y pum pum... para huir a toda prisa dejando griterío y vocinglería detrás, asesinos!!!! asesinos!!!!..., me iba sorprendiendo de todo lo que puede albergar una mente, hasta arrepentirme de habérselo preguntado, ¡¡¡¡en el almuerzo!!!!, total, no parecía mala gente, el dinero al final le llegaba rápido y se olvidaba de todo, no leía los diarios, no veía TV y sólo se dedicaba a la diversión.
Estaba de más preguntarle qué hacía por estos lares y nadie se atrevió a demostrar mayor interés en el 'tema', lo tenemos por buen amigo y eso basta, además no creo que haya nadie en el mundo en pagar una buena cantidad de 'pesos' o soles en este caso por nuestra cabeza, eso nos tranquiliza, sobre todo porque un delincuente jamás contaría sus fechorías si no está en confianza y seguro que nadie lo delatará, ahora ya conozco el origen de su deseo de hacer pasar a mejor vida al ex-pollo, lo voy pensando y dejo el helado aparte pues el miedo ya me quitó toda impresión de calor.
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