agosto 20, 2005

Vendedor de olvidos

Sujeto: Oiga señor, ¿no quiere llevarse un vacío?

K lo observa algo curioso, pero la verdad le interesa igual que un repepino

K: No gracias, ando lleno de ellos.

S: (El tipo contraataca) Perdóneme, pero este es especial, incluso los hay de distintos tamaños, (hace aparecer de no sabe dónde un maletín de los que usan los médicos, lo abre y extrae un par de frasquitos que le muestra orgulloso) ideales para aquél que busca encontrarse con la profundidad a flor de piel, su utilidad más importante radica en fabricar el olvido, deje ud aquí su recuerdo "preferido" y desaparece al instante, mas efectivo ni su detergente.

K: Disculpe, le acabo de decir que no necesito de ellos.

S: Perdone ud caballero, estos vacíos son únicos en su tipo, el común de los mortales desconoce dónde lo puede adquirir y los tiene aquí, frente suyo, aproveche la oportunidad de dejar atrás el rostro hundido en el pantano de la nostalgia, deje atrás ese semblante compungido y la lágrima madura del árbol de su mirada. Oiga (se le acerca y susurra), esto es sólo para ud, porque me cae bien, llévese este frasco y de regalo, una versión reducida del mejor vacío de mi maletín.

K: Mira...

S: (sin dejarle completar) ¡Espérese! antes de decidir sienta dentro de ud que comparte un punto desde el cual la propia soledad está huyendo, critica y lo invita a retirarse de su espacio privilegiado porque ud no fue invitado, vamos, sea bueno, la oportunidad de esa libertad lo espera, la frescura de una caricia sincera y el sabor en los labios del amor están a la vuelta de la mirada...

K: ¿Quién eres?

S: ¡Date cuenta! es en ese olvido que hallarás tu felicidad. (coge su mano y coloca el frasco más pequeño.) No deje que la melancolía lo abrace, llévelo y úselo, yo permaneceré aquí, me podrá buscar si lo desea o si se siente timado en ese camino que le hago llevar, (su mirada cambia, un brillo fugaz lo inunda, K se estremece) sólo concéntrese un momento... ¡úselo!

K: Está bien, está bien, (lo observa por un momento con cierta desconfianza) pero dígame, ¿Cuál es su nombre?

S: Llámame destino.

agosto 14, 2005

Cine, música y vida

Es Sonnet a veces y el celuloide corre, sus muslos blancos se cruzan en esa oscuridad ahora tan lejos, Ashcroftianamente don't sound like no sonnet, el mar y tú, el mar y el camino, ¿dónde estás? con el tipo cantando tercamente sobre la lona de los altavoces y detrás de la luna, observo, él tampoco tiene la respuesta, I think you should know... I think you should know, ni siquiera en la quietud de los edificios, barnizados por los faroles centelleantes de tanto nosotros y el brillo: tu mirada, tu sonrisa, la luz de la sala atenuando al fulgor de la cinta, ¿no lo sabes? I think you should know, I think you should know, como en toda película cuyo final se conoce, como cuando yo me marcho sin dar la vuelta en una tarde de lluvia ausente y contigo a la puerta, me faltaron las nubes, te sobró el cielo, ¿es así?, dígame entonces Ashcroft ¿por cuánto?... by now... oh! by now... oh! by now

agosto 08, 2005

Señales

Me encuentro caminando en la calle, una rubia señora (con su plata) de unos 35 años va por delante mio llevando un bolso negro, algo grande pues le llega hasta más abajo de la cintura, voltea, me mira de arriba a abajo, como quien dice "me barrió" y en un arranque de conclusiones, conservación de la integridad física, dignidad y desconfianzas mutuas, (tampoco tenía pinta de muy santa la mujer esa), colocó tóscamente su bolso-de-mierda-qué-me-importa, delante de ella, no sin dejar de darme esa típica mirada de róbame-ahora-pe-hueveras, como si su cartera me importara más que su derrier, ah, y cruza la calle apenas ve la pista libre de autos, derramando lisura que a su paso dejaba aromas de prostituta. Preferí caminar un poco más rápido y dejarla atrás, un puntito negro con algo amarillo encima es lo que queda cuando doy vuelta para ver dónde anda, apenas también veo que se cuela por una calle transversal, capaz hasta pensó que regresaba.

Salgo del cine y quiero tomar un taxi para llegar rápido a casa, ¡Señor!, cuánto me cobra una carrera de aquí a XXXX, el tipo me mira, se dilatan sus pupilas y me dice que no va por esa zona, muy lejos, (a 2km de donde estábamos), no termino de hablar cuando pusó primera, "Graaaaaaa... cias", lo bueno es la cantidad de taxistas a esa hora, tanta como su necesidad de encontrar alguien a quién llevar, así que no fue muy trabajoso encontrar otro. En el camino el tipo me pregunta si trabajaba en transporte: "¿¿COBRADOR DE COMBI??" le pregunto, "Sí", me contesta el desgraciado, incluso hasta cree conocerme, "NO TIO, TE EQUIVOCAS, ENCIMA CON EL DOLOR DE GARGANTA, NO ME IMAGINO LLEVANDO GENTE A CERES CHOSICA HUAYCÁN". En el fondo lo perdoné, cualquiera se confunde, hasta yo, antes de subir pensaba que el tipo era metalero, por el polito de gamarra color negro y el pantaloncito del mismo color, adquiridos en la misma tienda seguro, cuando en la radio suena el nuevo exitazo Inca Turbo Sat de Los Mirlos, y así la radio continuó chicheando hasta que el "metalero" me dejó en mi casa. Tuuuuuurrrrbo...

Pero el momento de luz, ese que ya hace demasiado evidente el mensaje, se presenta cuando veo dos señoras con varias bolsas de Supermercado y me acerco para ayudarlas, antes de coger la primera bolsa, dos azulinas criaturas con algún artilugio ya me tienen inmovilizado y sin darme cuenta, esposado, y más sin darme cuenta con la cabeza pegada al piso. Las damas, horrorizadas, "porque en esta ciudad todos somos pecadores, menos nosotras", se persignan, "pobrecito choro" y se van volando pensando del robo que estuvieron a punto de ser víctimas.

Mechones de cinco centímetros de cabello en el piso, mejillas llenas de crema de afeitar así como un duchazo frio sirven para olvidar los 10 soles que tuve que entregar a esos tipos para cambiar su concepto sobre mi de "realidad choro" a "realmente inocente", el agua cae y mientras se queda atrapada en la rejilla junto con más cabellos y restos de barba, me rindo ante aquellas señales, de esas que siempre dicen algo y casi siempre, en mi caso, me decían que me rasure y afeite de una buena vez.

agosto 01, 2005

Toto...came

Los viernes en la tarde, recién terminada la jornada escolar y aún con el almuerzo en mi estómago, hacía su aparición un Ford azul con pinta de nuevecito, era una de esas "naves" cuyo propietario podía alardear de suficiencia económica y un buen encerado de carrocería, se estacionaba a 4 casas más allá y por la puerta derecha paría un ser extraño, pero aún de este mundo, medio adulto, medio niño, algunas veces bajaba haciendo un ligero berrinche y en otras de lo más alegre, conocedor de una carga que se libraba en cada visita. Terminaba despidiéndose del auto, (ficho), con una sonrisa de oreja a oreja, agitando sus "manitas" hasta que su coche daba la vuelta a la esquina, su rostro entonces daba una somera repasada a la calle y cuando hallaba a cierto chiquillo en especial chillaba: "¡¡¡¡¡Hola Amo!!!!", corriendo a su encuentro con una bermuda crema, medias blanquísimas a media pierna y polito con cuello.

Solía llegar con una bolsa de dulces o una manzanota roja dirigida al "amo" de turno, para envidia de todos pues la jugosa fruta era la utopía de nuestras barrigas, no le importaba las veces que le bajaban la pantaloneta o le zampaban una patada en el culo por clásicas jugarretas de chibolos mataperreros, sólo se lamentaba cuando no podía subir a los árboles y nos veía encaramados en las ramas, una vez lo intentó, se sacó la mierda a mitad de camino, desparramado en el piso un niño de treintaisiete años lloraba frustrado, de treintaisiete años que sí transcurren después de todo. Desde esa vez esperaba resignado en una banca cercana con sus dulces y amistad al "amo" o "amos" para acompañarlos luego a los partidos en la cancha de pista, demostrando incluso más entusiasmo que el más travieso, ¿era feliz negando su adultez?, le convenía definitivamente.

En ese entonces me era un poco difícil digerirlo, aún mucho tiempo después me jode imaginarlo a esa edad y con una calva que evidenciaba un "Ya pues!, ya es hora", en los partidos del club del barrio o jugando a las escondidas, alguna vez atraído por el color de esa manzana quise ser uno de sus "amos" también, pero no sé porqué nunca me aceptó, creo que tuvo que ver con mi negativa a tratarlo mal y sobre todo a acompañarlo todas las noches detrás de los edificios, más allá de los arbustos, como hacían los párvulos que idolatraba.