noviembre 13, 2006

De llamas encerradas

Ayer mientras observaba el mar, Giovanna me dijo: El alma en soledad es como una llama dentro de un envase vacío, una vez encerrada - juntaba sus manitos de niña y golpeaba sus uñas esmaltadas - sigue viva por un buen tiempo, alimentándose del oxígeno que aún aloja ese pequeño espacio lo que le hace creer poseedora de gran vitalidad y fuerza, la llama muy segura se inflama de confianza y llega incluso a burlarse de todo ese mundo que afuera acecha con su descomunal hostilidad cuando no sabe que pensar así la condena, - su tono se hace más grave y me mira con esos ojazos pardos donde me veo reflejado - poco a poco, mientras el oxígeno disminuye, un súbito tirón de asfixia la encoge desde la punta y la hace temblar, la realidad de afuera permanece indiferente como siempre y la de adentro la consume, en dos parpadeos - que los realiza dibujando una sonrisa - el alma se enfria y muere, tan solo quedan las esencias del pasado transformadas en suave humo que el tiempo barre con fiereza.

A todo esto la miraba atónito, no le encontraba el más mínimo sentido y con mis ojos le cuestionaba su historieta infantilista, ella volvió a reir y con su boca quemó una de mis mejillas, "no estés solo, tonto", me dijo y se fue apurando el paso, como huyendo de los faroles que a esa hora encendían, y más creo, del fuego que de vez en cuando ella libera del envase en el que anda metido.