febrero 10, 2004

La quinceañera entra al local (no puede bajar las escaleras, hay un piso nomás), y todos observan cómo la ¿flamante mujer?, se luce al compás de la clásica canción de esas ceremonias, demasiado melosa y rochosa, (porqueee me siento hoooy tan diiiferennnnte...), no entiendo cómo la susodicha puede soportar tantas miradas, ni tener tan poca astucia económica, en su lugar pediría la plata que se tiraron para la fiesta, ¡¡¡¡qué no compraría!!!.

Miro alrededor, gente conocida y empiezo a chequear las posibilidades con las amigas de la quinceañera, (soñando nomás), pero hecho un tarao porque soy el único con terno, qué??? cómo???, ya los quinceañeros no son como antes, al menos en mi barrio, tienden a pacharaquearse un poco con la informalidad, y si bien el inicio es ligeramente formal, termina un bodrio de fiesta con gorras, zapatillas, chancletas y hasta perreo incluído.

La agasajada en cuestión es la hermana de mi mejor amigo, fue por ese motivo que no desaparecí en el instante, peor, me sentí en una fiesta infantil, es cuando te das cuenta que hay ciertas cosas que no están para uno y debo apurarme a disfrutar aquellas para las que todavía estoy en edad. Bueno, tampoco era tan infantil, una de las amigas como que sí ah.... pero no quiso bailar conmigo, hasta allí llegué con la fiesta, pedi mi saco y me fui, definitivamente las chibolas no son para mi.

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