enero 05, 2004

Uno en el transporte público puede encontrar el fiel reflejo de la sociedad peruana o perruna, el calamitoso pero asolapado aspecto que posee el país, se ve en los periódicos, se escucha en las conversaciones, se huele en los mercados, se siente en el ambiente, vuelven las goleadas a la selección, suben los precios y la situación política empeora, algunos dicen que el país está peor que con Alan García(sic), a veces pienso que ese tipo es una especie de sádico en un país lleno de masoquistas, dentro de los cuales no me incluyo, he allí la razón de su popularidad y probable llegada a la presidencia, ¿alguien dijo 'quiero mi pasaje de avión'?

Pero volviendo a los micros, lo único que falta vender son condones, creo que una oferta de 5 por 1 sol y 1 a 0.30 céntimos de sol puede ser un boom dentro del mercado de los asientos y pasamanos, que podría desbancar fácilmente a los caramelos y contribuir de paso a la planificación familiar y al control de la explosión demográfica. Pero así como los caramelos son de colorante, los lapiceros se malogran al primer uso y los helados saben a plástico, este 'cuero' protector del honor de las mujeres y solvencia de los hombres, debería usarse doble y con cinta scotch, por la cantidad de huecos que puede tener, lo barato sale caro dicen.

Dentro de mis idas y venidas a casa y trabajo suelo encontrar madres gestantes, gerontes, niños, ex-presidiarios, (pq se escaparon), arrepentidos, potenciales suicidas, seropositivos, profesores recién despedidos, ladrones, además de gente común y corriente que afortunadamente es mucha todavía, ofreciendo como ya dije n cantidad de productos de muy baja calidad, pero que sacando cálculo sale a cuenta, sino nadie entraría al negocio, por ahí escuché que se gana más del sueldo mínimo, buen dato.

Pero me llamó la atención la actitud de un par de niños, payasitos sin nariz ni pinturas, NI SONRISA, que cuentan los mismos chistes y algunos improvisados, los que dentro del olor a sudor propio de la noche y la gente desesperada por llegar a casa, resultan cómicos, pero ver la expresión de indiferencia y aburrimiento en sus rostros, propio de las horas y el trajín, ellos tan cansados como los que intentan entretener, cuentan sus últimos chistes previa llegada a su hogar, en algún cerro o pampa, que guarda todavía una esperanza de navidad y la desilusión que ofrece la realidad, ellos han crecido más rápido, vendiendo sus últimos caramelos y yo bajando del micro, cansado de lo mismo. Y siempre ha sido así.

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