diciembre 26, 2003

Cruenta navidad, las guirnaldas fingen sonrisas en los escaparates de las tiendas y las miradas tiernas de los vendedores invitan a más de uno a dejarse llevar por la manía compulsiva de comprar y comprar aunque no sirva lo que adquirimos, incluso yo...

El lobo estepario busca el regalo perfecto, aquel que se pueda envolver en un enorme papel de regalo rojo metálico con papa noeles y ciervos, busco alrededor de mi casa, no hay nada regalable, salgo a visitar los alrededores, tampoco, debe ser tierno, sorpresivo, inesperado, capaz de hacer brotar una lágrima y merecer el abrazo más cálido. Una tienda por departamentos es la solución, cientos y cientos de cosas en unos cuantos metros cuadrados, cientos y cientos de personas buscando tangibles, me cuelo entre sus brazos, caderas, levanto la mirada y noto el pesar de algunos, la enorme ilusión en los ojos de los niños, la vergüenza en otros y la limosnera suciedad de quienes no saben qué hacen allí extendiendo sus manos, recibiendo eso que no necesita de la magia navideña para convertirse en pan y sopa.

El mundo es por naturaleza indiferente, sean seres humanos o no, incluso aunque te roben todas las bolsas marca Ripley en un micro de la línea P a las 11:30pm del 24 de diciembre.

Sigo buscando aquello, en las tiendas de zapatillas, en las de perfumes, en las de helados, en los cajeros automáticos, en la sección celulares, la sección de juegos rebosante de infantes tampoco la tiene, ni las boleterías de los cines, mira, la sección de ropa más llena que nunca, pero sin eso que busco. Rendido acudo a las ferreterías, a los parques de diversión, a los remates, a los parques ahora vacíos, a los casinos y burguer king. Ya estoy mareado, las luces de colores, la gente de colores chillones, el llanto largo de un niño que dice a mamá que no es lo que tiene en la mano lo que quiere, ella a rastras se lo lleva.

Y mi regalo? MI REGALO!!!!, no lo encuentro en la calidez de la noche, ni en los micros, ni en el paradero final, camino angustiado por las calles, miro la luna, rara, no parece importarle el manto rojiverde de su eterna compañera, indiferente, se cubre de nubes negras y se pone a dormir, ya es tarde.

Abro la puerta de casa, la cena está lista, el champagne por abrirse y el saludo navideño, son las 12:00am, abrazos, besos y ¿regalos?, 'a quién le importa' me dice mi abuela, basta con que estén a mi lado.

No hay comentarios.: