enero 28, 2004

Que todo acabe ya, un gracias y un adios.
No lágrimas por derramar, secos mis ojos están,
imagina los besos que nos pudimos dar
cuando en vez de uno, estuviéramos los dos.

Si alguna de mil cosas pudiera rescatar,
no tardaría demasiado tomar una decisión,
pues creo todavía desear tu corazón,
por ser lo único que jamás me podrás regalar.

Y qué me importa si deja de alumbrar el sol,
hace tiempo para mí, muerta la tierra va girando
en una penumbra extensa, mi alma has enterrado.

Ya mis manos de frio tiemblan, no te pude tocar,
sólo espero el día que de ti me pueda olvidar
y así evitar cuánto dolor, cuánta maldad.




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