Repaso lentamente las expresiones de un libro antiguo encontrado en la biblioteca, con cada hoja raspando manos muevo los ojos de un lado para otro, izquierda... derecha... izquierda... derecha... recibo las palabras, almaceno las ideas y albergo pensamientos, me aburro, sólo quiero que la noche termine guardando esos demonios cabizbajos y vagabundos en la tiniebla delirante, hablo en minúsculas, escribo en minúsculas, cavilo en minúsculas para que nadie escuche, esos temores, lo impetuoso atado fuerte a la serenidad como inevitable artilugio, haciéndolos convivir como perro y gato, comer en el mismo plato, amar a la misma mujer, tener los mismos deseos, y como dos polos iguales rechazarse visceralmente, hoy quiero hacer de patán, pero veo un libro viejo en frente, el libro... el libro... el libro...
Cojo el celular y llamo a Perico, -Habla, dónde es hoy-, demasiado optimista, -Ya tio, 11:00pm- no lo he pensado dos veces y una ligera picazón invade mi estómago, es la náusea placentera previa a la noche que por hoy se hará larga, llenándome la cabeza de ideas, y haciendo trabajar esa pesada máquina de frágiles ilusiones de cristal. El frio contacto con el agua es necesario para aliviar el torrente que la imaginación hace fluir cuando abro las compuertas del seso en señal de darme una oportunidad, el destino a su vez puede jugar mal, levanta la mano con el látigo cuando creo seguro que recibiré una caricia.
Hemos llegado al lugar, cuerpos van y vienen al frenético ritmo, este hunde nuestras voces y las ahoga en el barullo, cuerpos vienen y van, llevando el líquido, provocando miradas y alimentando el cosquilleo, -cuándo mierda nos traen la cerveza- grita Pacho, arrepentido cuando ve tras de él a la curvilínea mesera, demostrándolo con una sonrisa entre estúpida y de querer agradar, la chica por su parte le roza con pena sus pupilas en el rostro y se voltea -¡imbécil!- sin que nuestro amigo se dé cuenta.
Al fondo una mirada, dos redondeces fijas que se cuadran directo en mi, acuse de recibo para el origen, -salud!- a lo lejos, y esos ojos vibran con una pequeña sonrisa, ensayo un -¿bailamos?- en la distancia señalando la pista, un movimiento esforzadamente sensual descubre la afirmación, pero -oh!-, al lado el ¿enamorado?. Este la besa, toca su mano y aprovecha la oscuridad para buscar algo debajo de la mesa, nadie lo mira, todos ya lo saben y ella, contenta. No me interesa realmente, me divierte creer en estupideces mojadas con alcohol pues se evaporan al contacto con mi propia determinación. De pronto el susodicho se dirige al baño; me levanto presuroso, dos, tres, cuatro mesas, -¿deseas bailar?-, no lo duda -bueno, vamos- y ensaya su sonrisa esforzadamente angelical debajo de innumerables capas de maquillaje, con aquella mano que morena se acerca a la mia y en el contacto acelera el correr de las hormonas, un sentir caliente y el golpe en la nuca, sus ojos cambian presurosamente al espasmo y terror, mientras mi cuerpo cae despacito, viendo apenas la ira de "Romeo", es entonces que me acuerdo del libro... del libro... el libro...
Abro los ojos, queda el dolor de la nuca y el sabor del papel cuando pasas más de dos horas con el rostro apoyado en él, casi lo arruino con la saliva que rápidamente voy limpiando, espero nada más que no se den cuenta cuando lo revisen, no queda muy bien que digamos, aunque sí un ligero y nostálgico olor a perfume barato y piconería por no poder repetir el toqueteo falda-media antes de despertar en el escritorio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario