julio 20, 2004

Vida Pasajera

'Buenas noches señores pasajeros'... saludan un par de niñas llegando al umbral de una adolescencia no menos auspiciosa que la infancia que las puso allí, con los buzos de colegio roídos por tantas caminatas y rozarlo con las piedras y jardines de la vía expresa en las noches, se aprestan una a rozar su tarrito con un peine y la otra a intentar un baile dentro del bus casi vacío, este se mueve constantemente de arriba a abajo pero la preadolescente mantiene sus toscos movimientos con una destreza increíble, cual Olga Tañón o Rosario Flores dentro del escenario de 2 x 4 metros del bus de la vida, esa que las llena de piojos y malgasta sus pieles, negreando sus dientes pero aumentando la gracia y alegría al menos en los 5 minutos que dura su número, tras los cuales, con 3 o 4 caramelos vendidos y las sonrisas de los viajantes, bajan presurosas, con idéntico júbilo, satisfechas de su juego.

'Buenas noches señores pasajeros'... un par de raperos saludan a la ahora multitud apretujada, y haciéndose de un espacio desenfundan sus instrumentos, los afinan y empieza la comparsa, '¡Odio el Huayno!' era la frase que de chico se me colaba entre las neuronas cada vez que sintonizaba Canal 7 (Canto andino) y observaba la pacharacada de atuendos multicolores, aquellas ojotas y todo lleno de polvo, ¡Odio el Huayno! volvió a volar por mi cabeza.

Adios juventud, vida pasajera...
Adios juventud, vida pasajera...

Observo mis manos, apretando la pesada mochila que cargo hoy, las noto un poco desgastadas, y la canción habla por ellas, se me va la juventud, con cada cabello que cae, con cada arruga que aparece, con cada respiro que doy, y siempre estamos de pasajeros, en el bus, en nuestra casa, en el trabajo y en la vida misma, la melodía con su elegante charango, suaviza el huayno y lo hace más digerible, además de la buena voz que poseen los artistas de turno, (sin llegar a Ricky Martines, Chayannes ni tener rulitos como uno que otro mueve-caderas), ganándose la simpatía de la gente, pues irradian energía, a juzgar por la entrega con que hacen llorar la flauta y gemir la zampoña; ahora el charango sigue con su ritmo en solitario, mientras que uno de los raperos hace bailar con la grata música su gorrito de propinas, no está mal por ahora piensan, al ver las monedas titinear sonrientes en agradecimiento y recompensa. Yo sigo mirando mis manos, cargando la pesada mochila antes de bajar en el siguiente paradero.

Buenas noches señores pasajeros...



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