julio 03, 2004

"Aló!", respondo al fono y una voz suave, con la mayor de las amabilidades me responde: "¿Tengo el GUSTO de conversar con el Sr. (Lobo Estepario)?", ese tono femenino edulcorado y con harta demostración de amistad me ha dicho que es lo peor que podría interrumpirme ahora en el trabajo, acto seguido, activo el mecanismo de defensa pues la presencia de un vendedor en la línea es de cuidado.

Estos seres, harto insistentes y con mucha suerte, se apoderan de tu información personal de alguna manera, (Galerías Wilson), te llaman por teléfono y ante la negativa empiezan a tocar su flauta hipnótica, cuyas melodías consisten en grandes descuentos, oportunidades únicas (¡puede tener el auto de sus sueños!), aparte de construirte el mundo mágico de Disney en tu propia cara. Suelo ser demasiado amable quizá y me duele, (¡me duele!, en serio), tener que tirarles el aparato o cortarlos con una voz estruendosa, de esas que me salen a veces, así que me limito a escuchar y respondo que NO gracias, no me animo a una tarjeta de crédito, punto.

De tanta insistencia te acaba picando el bichito de la curiosidad y decides citarte con uno de ellos para ver las "ventajas". Esta señora, bajita, de la misma voz dulzona, posee una mirada de ansiedad con unos ojos que se desorbitaban ante la oportunidad de llegar a su meta mensual, lo que le producia una mueca de alegría (era mueca, no podía ser otra cosa) y todo el frenesi de ver un cliente potencial. Luego de una pequeña disertación, sacó una flauta, lo juro, y acto seguido me vi con un lapicero en la mano y firmando N veces en papeles y formularios, aceptando todas las condiciones e intereses, abro los ojos y me extiende la mano, felicitándome delante de todo el hall por ser un socio más de la empresa, y que en una semana me harán entrega de la tarjeta además de mencionar el clásico "estamos para servirle".

¡Bienvenido a la jungla capitalista! parece decirme la tarjetita, bien bonita ella, la miro y se apresta a ser un estorbo más en la billetera o un bonito pisapapeles en mi cajón, para atraer el polvo quizá, pero seguro de que me hará falta, total, uno nunca sabe... escucho una ligera melodía de flauta, ¡o es la tarjeta que viene con la suya incorporada!.


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