mayo 18, 2004

Hoy estaba caminando por la Av. Petit Thouars rumbo a la merienda y mientras tanto hago un pequeño entremés con mis 'cogitaciones meditabundas aisladas', reviso una y otra vez todas las imágenes y todas tus frases, cuando antes de cruzar Aramburú llego a la conclusión perfecta de todos los días: Una actitud vale más que un millón de palabras. Miro al piso y sólo veo una charada abandonada a su suerte a un lado de la acera, la observo y se le nota feliz, al menos nadie la desapareció, hay veces que envidio a los entes más simples, porque sus alegrías también lo son y los medios para alcanzarla también.

Aunque no me he vuelto valiente, sí me he notado frente al espejo más cruel que frio, aún cobarde pero con alto sentido de hacer sufrir, cojo la galleta, la palpo y la introduzco en mi boca, a dentelladas siento su dolor y al rato se termina yendo a mi estómago, me la comí, nadie me ha visto, no he visto a nadie que me haya visto, acabo de destrozar su simplesca ilusión, cuando por fin llego al restaurant, el almuerzo me espera.

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