Los viernes en la tarde, recién terminada la jornada escolar y aún con el almuerzo en mi estómago, hacía su aparición un Ford azul con pinta de nuevecito, era una de esas "naves" cuyo propietario podía alardear de suficiencia económica y un buen encerado de carrocería, se estacionaba a 4 casas más allá y por la puerta derecha paría un ser extraño, pero aún de este mundo, medio adulto, medio niño, algunas veces bajaba haciendo un ligero berrinche y en otras de lo más alegre, conocedor de una carga que se libraba en cada visita. Terminaba despidiéndose del auto, (ficho), con una sonrisa de oreja a oreja, agitando sus "manitas" hasta que su coche daba la vuelta a la esquina, su rostro entonces daba una somera repasada a la calle y cuando hallaba a cierto chiquillo en especial chillaba: "¡¡¡¡¡Hola Amo!!!!", corriendo a su encuentro con una bermuda crema, medias blanquísimas a media pierna y polito con cuello.
Solía llegar con una bolsa de dulces o una manzanota roja dirigida al "amo" de turno, para envidia de todos pues la jugosa fruta era la utopía de nuestras barrigas, no le importaba las veces que le bajaban la pantaloneta o le zampaban una patada en el culo por clásicas jugarretas de chibolos mataperreros, sólo se lamentaba cuando no podía subir a los árboles y nos veía encaramados en las ramas, una vez lo intentó, se sacó la mierda a mitad de camino, desparramado en el piso un niño de treintaisiete años lloraba frustrado, de treintaisiete años que sí transcurren después de todo. Desde esa vez esperaba resignado en una banca cercana con sus dulces y amistad al "amo" o "amos" para acompañarlos luego a los partidos en la cancha de pista, demostrando incluso más entusiasmo que el más travieso, ¿era feliz negando su adultez?, le convenía definitivamente.
En ese entonces me era un poco difícil digerirlo, aún mucho tiempo después me jode imaginarlo a esa edad y con una calva que evidenciaba un "Ya pues!, ya es hora", en los partidos del club del barrio o jugando a las escondidas, alguna vez atraído por el color de esa manzana quise ser uno de sus "amos" también, pero no sé porqué nunca me aceptó, creo que tuvo que ver con mi negativa a tratarlo mal y sobre todo a acompañarlo todas las noches detrás de los edificios, más allá de los arbustos, como hacían los párvulos que idolatraba.
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