Era sábado, me levanté temprano, miré las cortinas y la ventana reflejaba pálidamente el día, miré la cama de al lado y deseaba una vez más que el aire dibuje alguna figura grata siquiera, una leve sonrisa, 5 segundos de esperanza y declina en una nueva decepción: La frazada en su sitio cubriendo un par de sábanas frias con una almohada asomando perfectamente acomodada, aún así, dentro de toda la profundidad de vacíos y caminos perdidos me sentía animoso pues en Trujillo las cosas iban a ser distintas sólo por un día, recorrí la ciudad y conocí bastante: Las casonas, el centro de la ciudad, los alrededores, Chan Chan, las huacas del Sol y de la Luna, la huaca Dragón, la huaca Esmeralda, iglesias, museos de sitio y la playa Huanchaco, para esto, contraté un taxista que me llevara por todas esos lugares, fue más cómodo que un tour convencional, si bien un poco caro (10 soles por hora).
6:30pm antes de salir de Huanchaco, con el taxi estacionado y observando la playa en el mirador al lado de mi chofer, fue en eso que divisamos un par de chicas esperando su colectivo para el centro de la ciudad, "a ver, dile para jalarlas" lo reto al autopromocionado conductor "experimentado en los huariques", este aceptando el desafío, se les acerca: "taxi? a dónde van?", las susodichas, un par de dieciochoañeras, una morena y la otra de tez clara y ojos grandes, se niegan al inicio, pero viendo la gratuidad del paseo deciden entrar al auto sin mucho disfuerzo, ¿y yo? ya estaba ubicado hacía rato en el asiento delantero, algo avergonzado por la gente (un par de señoras, un tio envidiosón y dos chibolos) que nos miraban atentos... "Hola!", me dice la de tez clara, con sus ojos grandes y su ropa de baño que dejaba mucho para ver, "Hola" me dice la morena y se ubica al costado de su amiga, estirando sus suaves muslos soleados, café con leche, se me vino para mis adentros luego.
No era raro suponer que la de tez clara, con sus ojos grandes y su ropa de baño que dejaba mucho para ver, aparte de ser muy bonita iba a resultar siendo la más hosca, era limeña, más no se le podía pedir, la otra chica, una auténtica trujillana, sonreía de cuando en cuando a cada frase que le soltábamos y de cuando en cuando afirmaba su condición de provinciana orgullosa de haber pisado "ese lugar en el precipicio llamado Larcomar" y seguro orgullosa también de haber consumido allí un par de helados de 2 soles, bastó que me lo hiciera recordar para dejar de hurgar disimuladamente más allá de lo que el sol permitía ver debajo de su playera y me concentrara relleno de nostalgia en el paisaje, las dejamos cerca a su casa y al final la de tez clara, con sus ojos grandes y su ropa de baño que dejaba ver un tatuaje en la parte baja de su espalda me sonrió tiérnamente, despidiéndose agitando sus manos y rematando con un "gracias", los suaves muslos soleados se apresuraron demasiado sin intención de despedirse. Arrancó el auto y fue en eso que todo se alineó...
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