¿Y dime qué sabor tiene? ¿es salado como el agua que derramé?, o tiene sazón a ravioles, no creo, te lo hubieras quedado, a lo mejor es dulce como tu risa, o es amargo como la hiel del desengaño, si me preguntan, me sería difícil definir a golpe de comparación, es uno y a la vez muchos sentires, que se te pegan al paladar y traen recuerdos, como jalándolos con un lazo de vaquero después de lanzado en la febril oscuridad, la sorpresa es muchas cosas, a veces nada, a veces acariciando el ácido sabor de la sangre por morderme la lengua, creyendo que había algo, en otras un sucio insecto que llega de casualidad, riéndose a plenitud cuando lo atravieso con mis dientes, te oigo. Pero tú, ya conoces que ese sabor es a escombros de ilusión, al sudor de las horas que corren y al avión en donde vuela el tiempo; si voy más alto en la nube, es al anhelo de tener la carne rosada de tu boca, o al asco de verlos manchados con saliva ajena... y algo más.
Por eso te ruego más bien me lo devuelvas, tal y como está, imagino que a estas alturas tu sistema digestivo debe de haberlo expulsado, no interesa, me conformo con saber que esos trozos digeridos y con rastros de jugo gástrico han sido parte mia, creo que se pueden usar aún, de repente logro revivirlo.
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