Desde ese edificio podía observarlo todo, la vasta noche hacía la ciudad pequeña, adornada por un montón de luces de colores, melancólicas, haciendo filas y danzando a ese abismo que no lograba distinguir por ser tan tarde. Y quise volar hacia las más lejanas, el viento frio acariciaba mi rostro, adormeciéndolo, y su tacto encubría
una mortal invitación, era muy alto, podía saltar si quería y acabar con todo, o ser aire para buscar las luces escondidas del cuerpo que ahora otros vientos devoran insaciables, secando sus jugos con voraz fuego interior, mordiendo sus vírgenes frutos para alcanzar gozosos la semilla que hará nacer el máximo placer de sus internos, y me harán retornar rendido a mi sitio, transformado en lluvia gélida, triste, quedando en mis oidos huellas de ese lento crepitar de sus gemidos y
la agonía de su respiración sobre pecho ajeno.
Al poco rato me puse a conversar con una mujer de cuarentas en la escalera, podía ver su expresión y ese deje a la vida de las personas que perdieron toda ambición y vergüenza, sólo espera llegar el momento fatal y consumirse sin remedio, anestesiando el dolor siempre con copas de ron, las notaba cada vez que hacía cualquier movimiento de risa por un ataque de sinceridad de alguno de los dos. Le pregunté "si era de la nota", y me miró extrañada, como sorprendida, hizo un
mohín para finalmente soltarme que no, cruzando torpe sus fofas piernas, ella sólo alquila el departamento, porque ya eran dos años que su esposo la había dejado y le faltaba plata, estaba al borde del abismo, me acordé que es allí donde el hombre llega a conocerse en completa dimensión, ambos vivíamos en nuestros abismos, y los intercambiábamos como terapia.
Me contó de su hermano, que una mujer lo engañó, sumando un abismo más a la colección, quizá estos mismos vientos lo intentaron seducir, casi con más éxito que conmigo, y yo le contaba de mis 14 de febreros, trágicos, a pesar que recién sólo uno ha pasado, y se reía, acentuando ese olorcito a ron barato, "¡te cagó como para que no la olvides!", yo asentía risueño porque tenía razón, volvíendo ella a reir cuando le hacía el ademán de atravesar algo con una espada, empuñándola con firmeza y dar tajante el corte final, "así se siente!" le decia y nos quedamos callados en la media oscuridad, violada por el brillo de su cigarro que estaba por terminar, parecíamos contemplar algo que se muere en frente de nosotros, y era yo mismo.
Pronto mi cabeza se llenó de sus hermanos, de más abismos, de putas, de aspirantes a proxenetas, de esposos, y vecinos que ignoraban la actividad, de padres, madres, de deseo, de lágrimas, de nostalgia, de engaños, y abismos otra vez, todo danzaba alrededor mio, encargándose los vientos de combinar peligrosamente los humores, sentí
miedo pues era cierto, la vida no se trata de ser sino de parecer, no de ser mentiroso o cruel, insano o triste sino de hacer creer que no lo eres, porque el mundo sólo detesta a aquellos que se quitan el alma y la exhiben, premiando a quienes más la arropan y no se les cuela por algún resquicio del tejido, miré a la mujer y le pedí que me traiga un cigarro, al volver ella yo estaba varios pisos abajo, pero aún así pude escuchar sus reniegos y putamadres, tampoco me encontraba
contento, ni importaba ya, sólo debía parecerlo.
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