abril 06, 2005
Desánimo lúdico
Tengo la manía de jugar con los dominós, es el vicio que necesito para conservar mis virtudes, sin saber a ciencia cierta a qué se debe me dio por alinear no fichas de porcelana, plástico o madera, no superficies coloreadas con esas señales extrañas para el vulgo y que codifican cantidades, me surge la sospecha de un lenguaje secreto, un murmullo que se da entre ellas y nosotros no entendemos para acomodarlas sin molestarnos, entonces, ¿de qué material está hecho mi juego? pues bien, imagina cientos de seres humanos en fila india, en el bosque o una calle, atravesando inevitables un estadio o tomando sol a la orilla del mar, quietecitos uno detrás de otro sin un ápice de cambio en su estado y su código numérico transformado ahora en un rostro: pálido, sereno, complacido o feliz, aterrorizado, insatisfecho, cansado o triste. Así, como con sus pares en madera, plástico o porcelana, lo que significa su código/rostro no interesa, basta con que saque el arma, apunte a la cabeza del primero de ellos, ¡pum!, se hace el ruido de la caída y diviso el movimiento, sereno, deshaciendo la fila india en el mar, el acantilado y el bosque, el desierto y la montaña, se perderá de vista para regresar en algún momento a la ciudad, calle, casa, habitación, esquina de habitación, alcanzar sin remedio la última ficha, la del rostro desesperado, que escribe este post y que también caerá, soy yo, fin del juego.
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