Es el momento de escribir, y los dedos van desplazándose suavemente por el teclado, rozan apenas cada una de las letras que describen lo interno, una y otra vez, asdf... ñljk asdf... ñljk, llegó una palabra, aquí espacio y termino la frase, quietecitas se quedan mis manos aguardando el juicio de su dueño, descontento, ordeno que eliminen esa huachafada y vuelvo a expectar el romance entre dedo y tecla, al toqueteo caprichoso y el susurro excitante del doble golpe.
Pronto, el calor molesta y me doy aires con la mano, el sudor está por todo mi cuerpo y la ropa empieza a adherirse, acomodo mi silla y una ligera comezón rodea mis fosas nasales juntando mis párpados, dejo de moverme para que se disipe pero es muy tarde, siento el dilatar del rostro, el lagrimeo de un estornudo que no quiero dejar salir por puro capricho, declarándole la batalla al organismo, este se conoce muy bien y sabe cómo darse el gusto, aparte de vengarse por no dejarle expresarse. Al final me rindo con la presión de la respuesta natural a todo cuerpo extraño que ha penetrado mi sistema respiratorio, y no solo eso, siento también un desgarro interno y un ligero ardor, mis ojos se abren y observo sorprendido el rojo panorama que el teclado me tiene preparado.
Está mi propia sangre, roja y brillante, acomodándose sobre la ñ o dibujándole el punto a la i, creando una extraña figura en el teclado numérico o resbalando por el enter, paso la mano por mi rostro, tiñéndola del bermejo que suele conversar cada cierto tiempo con ese músculo llamado corazón, imagino las historias que le revela el poco confidente, tal vez por eso el tono, señal inequívoca de vergüenza ajena, indignado retiro torpe las huellas y con un poco de saliva disuelvo el encarnado. Mientras voy ideando la manera de vengarme del chismoso inquilino en mis 40 x 50 cm de tórax, observo el cuchillo al lado de la mesa y un haz de luz rebota sugerente sobre su superficie abriéndose paso en el rojo que puebla mi mente, pintando la idea con bordes sanguinolentos, lo medito por un momento... dos... tres... vuelvo la mirada al teclado y lo dejo para otra ocasión.
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