abril 18, 2004

Los Winnie Pooh son peluches caricaturescos muy tiernos, el regalo indiscutible para caerle bien a aquella chica que se te cuela por lo ojos y que sólo con una mirada te obliga a cometer la estupidez de comprarlo, envolverlo en papel de regalo, inspirarte una frase cursi y llevarlo a sus manos, (hecho todo un tarado), "en nombre del amor y de una buena noche en el telo", dirán algunos, 14-F ya pasó pero sus efectos perduran.

Aparte de esos Pooh regalables están ESOS otros que caminan por las calles, parados en los centros comerciales, divirtiendo a la gente con sus movimientos y tomándose fotos con algún niño, si es que este no le está jalando la cola, o golpéandolo, mientras yo permanezco indiferente a sus maneras, sus saludos y sus fracasados querer-caer-bien, hasta el momento que uno de esos peludos aprovecha su condición de ternura y abraza conchudamente a mi hermana, yo celoso, empujo al susodicho por la payasada y este responde, verme enjuto tal vez lo animó a la réplica, y yo le volví a responder.

Pronto empecé a sentirme dentro de un televisor, pegándole en ese polito rojo afeminado y el otro dándome golpes con sus 'patas', logré tirarlo al piso ante las miradas de sorpresa, indignación y de burla de la gente por el extraño incidente, pero al final salí triunfante, descuarticé al muñeco ese y me fui corriendo con mi hermana por el estacionamiento, dejando su cabeza tirada más allá, la gente seguía consternada y yo orgulloso por pegarle a la caricatura que entre maldiciones iba a recoger su magullada cabeza, desde ese día no he vuelto al centro comercial, les agarré fobia a los Pooh.

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