Suele suceder que la óptica que poseemos de las cosas, maniatadas por ese duende llamado destino, cambian de súbito, variando a la vez el propio concepto a partir de entonces. Por eso, hoy al ver en el diario una noticia como esta, no apareció en mi mente la clásica frase emperradamente atada a una lógica ideal del pasado:
"Qué huevón!... se quiso matar"
Ahora, luego de unos años vividos y con eso que los viejos llaman -experiencia-, se me escapa tan natural una conclusión con la que no me restan ganas de discutir:
"Qué huevón!... no murió".
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