Los domingos mi madre solía despertarnos a mis hermanos y a mi muy temprano, dándonos la bienvenida al día con una buena taza de leche, panes con tamal y un vaso de ponche que mi papá preparaba muy orgulloso, volteando el plato luego de haber batido trabajosamente el huevo y sorprendiéndonos por la prueba de que estaba correctamente hecho, toda la clara adherida sin asomo de desprenderse, ese último día de la semana era especial, aparte de la alegría del momento, estábamos alistándonos para visitar a la hermana mayor de mi madre, (por 8 años) y demostraba adorarnos cada vez que la visitábamos, ya no tenía hijos pequeños en casa y como que nosotros le hacíamos recordar viejas faenas no sin un poco de nostalgia, 'nos estamos haciendo viejas', le decía a mi madre, 'pero tú más que yo' le replicaba esta con su clásico desparpajo, para terminar riéndose ambas por el maleteo que nunca faltaba entre ellas.
En el grupo de hijos que tenía la hermana de mi madre, estaban 2 varones y Verónica, la mayor, a decir verdad, el único motivo por el que me animaba visitar a mi tia tenía nombre propio, ese nombre, y a pesar de lo mocoso que estaba, sentía aquel cosquilleo y acelerado palpitar en el pecho cuando acercaba sus ojazos café y posaba sus labios en mis mejillas, rojo de ilusión y sumamente acalorado me era difícil aguantar la seriedad y una risilla estúpida se me escapaba, 'Hola!', era un tierno y muy despierto párvulo sintiendo iluso el contacto de la prima con sus ojazos, con su boquita y aquella figura de dieciochoañera que mostraba por entonces sus mejores formas y proporciones, 'aaaaaaaaahhh la prima vero', repetía incesantemente cuando me tomaba de la mano para ir a comprar una gaseosa, cual llevado por mi ángel de la guarda a través del camino, mientras yo me la comía con la mirada y la muy adorada prima, "qué linda eres putamare" Vero, me hablaba de cosas que a mi mala suerte no recuerdo, la visita solía acabar ya acercándose la noche y se acrecentaban mis esfuerzos de emular a Tom Hanks en 'Quisiera ser Grande', pero no encontraba la maldita maquinita de los deseos.
De más está mencionar las ansias que sentía al escuchar a mi madre que íbamos a visitar a la tia, y me alistaba con esmero, incluso con peinado rayita al costado, decidido a dar la batalla, se sorprendía mi mamá de mi autocapacidad, 'ya soy mayor' le respondía indignado, pero su sexto sentido ya sabía el por qué. Llegamos como de costumbre y saludamos, pero ¿dónde estaba verito?, 'Ah, está con Raul', respondió muy tranquilamente mi tia, cuando en eso llega Vero, con sus ojazos, con su boquita y aquella figura de dieciochoañera ahora tomada de la mano por un monigote moda New Kids on the Block, 'Hola primo!' me saludaba el muy conchudazo, mientras yo resignado y tragando saliva LES devolvía el saludo, ella no más necesitaba mi compañía para ir a comprar la gaseosa, ni para hablar de cosas que no me iba a acordar, decidí 'que lo mejor para los dos', era olvidar el asunto con todas las 'consecuencias y fatalidades que eso acarreaba' y cada vez que mi mamá anunciaba una nueva visita a la tia, me 'dolía' el estómago y no podía ir, a ella como siempre su intuición femenina le decía el por qué.
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