Salvajismo escondido detrás de esa máscara de docilidad, de mil ojos saltones que guardan aparente calma, para disparar sus miradas ante la menor provocación, sin entender razones precisas y congruentes. Altanera en sus expresiones, despierta su enormidad cegándose ante los detalles, los susurros y tentaciones. No mide el daño que puede causar, se arroba jocosamente quebrando el viento con su sonrisa y de paso el silencio, es que no le importan los demás, se desdobla de mil maneras y no permite ser tocada, deseaba, pensada. Si pudiera se guardaría el mundo en una mano y lo lanzaría contra la pared, lo haría rebotar contra el piso, para cogerlo con una mano y lanzarlo lejos de los sentidos. Pero las nubes no pesan, el hielo aún es frio, las piedras siguen calladas y ahora estoy detrás de ti, sorprendido por tus actos.
Y no puedo estar solo, me encierro en mi cuarto, levanto el volumen de la música y el ruido de la gente aún hiere mis oídos, es que también viven en las tonadas, estrello una almohada contra mi rostro y el silencio sigue ausente pues oigo voces, sé que vienen desde muy dentro de mi, evidenciando las mismas necesidades y tormentos que padezco, acabo de notar lo inservible de mis intenciones para callarlas, me queda acostumbrarme o cambiar de cuerpo.
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