M: Mira K, mi enamorado me ha regalado estas rosas, ¡aprende!, seguro tú no le regalas nada a tu enamorada.
K observa con detalle el rojo profundo de aquellas rosas y lo que representa un tallo de color asombrosamente verde sin espinas, pasa revista a cada una de las nervaduras que como caminos recorren las pequeñas hojas y llega a la corona aterciopelada portadora de una suave fragancia, más arriba, cintas delgadas sostienen una muy bonita cartulina con palabras de amor y letras doradas de impresora, todo preciosamente empaquetado en caja de conocida tienda de regalos.
K: Me parece muy bonito, pero sabes ¿cuál es la diferencia entre una caja de Rosatel y una rosa cultivada exclusivamente por él para ti?
M: ¿Cuál?
K: Mucho amor...
En adelante, K habría de tener un poco más de cuidado a soltar cualquier frase producto de ese quisquilloso deseo de contrarrestar un materialismo agobiante, romper una ilusión y malograrle el día (y quizá la relación) a una compañera de trabajo, lo vale.
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