agosto 13, 2007

El secreto está en la mano

Yo veía pasar a "cachito" todos los fines de semana, coincidiamos cada vez que me dirigía al supermercado, alrededor de las 2pm, "cachito" usaba jeans bastante holgados, una camisa verde y a cuadros, que me daban la impresión de ser siempre la misma, zapatillas de Gamarra y una sonrisa bastante confiada, propia de los que pasan buena parte de su vida en las barriadas, tostándose con el sol de los domingos mientras juegan un partidito en el asfalto ahuecado que funge de canchita.

Como lo veía de lejos no solía saludarlo, pero una vez nos llegamos a cruzar y no pude reprimir mis ganas de preguntarle qué hacía tan solaz por acá. "Ah causita!!!", soltaba campechano, "voy por un caldito de gallina", mientras me señalaba el cartel de 3 soles cincuenta que costaba el plato sin presa y 4 soles con presa, complementaba una imagen de 2 por 1m que convencían al parroquiano del "plato suculentazo" (cachito dixit) a cuestas, cachito besaba con voracidad sus dedos como prueba de gusto, "¡¡¡¡deliciosssso!!!!", y yo prefería dejarlo para otra oportunidad por un tema de tiempos y aparte porque ya había almorzado.

2 semanas después, leyendo el diario, veo una noticia extraña, "Hallan mano humana en olla de caldo", encima de una foto que mostraba el local donde me encontré con cachito y el mismo cartel de 2 por 1m, levantado en peso por un solícito individuo del orden público, consternación en los comensales y se narraba además del cierre del local por malas prácticas culinarias además de atentar contra la salud humana. Dios sabrá cómo pudo llegar esa mano, pero yo sí llegué a intuir con qué intenciones, lo confirmé cuando me volví a encontrar con "cachito" por el lugar, el local ¿increíblemente?, (lo pongo entre interrogaciones porque estamos en el Perú), seguía atendiendo ya no con el mismo cartel, pero sí al precio de siempre, aunque esta vez el susodicho no ingresó al local. Picado otra vez por la curiosidad fui a alcanzarlo para saludar y preguntarle por qué no entraba, quizá hasta con una gana mefistofélica de burlarme de su candidez, a lo que él me replicó muy sereno, "Ah!, es que ya no sabe igual pe causita, pero ya encontré otro lugar igual de rico".

Lo único que me quedó fue compadecerme de su confesión así como su completa ignorancia del tema (¿o sí sabía?), evité explicarle lo del diario y volví a dejar para otra ocasión la degustación del "plato suculentazo", (cachito dixit), FELIZMENTE, yo ya había almorzado.

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