octubre 24, 2006

Péndulo mujer - hombre hipnotizado

Si hay algo que me sorprende en esta vida es la mujer, por su capacidad para convertirse en el más vano de los objetos o en el más humano de todos los seres, y lo veo todos los días, empezando en las tiendas por departamentos hasta en la que vende caramelos en la esquina de mi casa. No puedo decir que soy un buen observador, pero hasta donde he notado, se debaten entre esos dos umbrales, cuando miran por encima del hombro o cuando buscan una respuesta sincera en tus ojos, ni qué decir de la forma como se emocionan al momento de ocupar el asiento delantero de un auto, o derretirse ante el sutil detalle de un ramo de rosas puntualito con el inicio de una jornada de trabajo, las he visto hurgando frenéticas entre cientos de carteras en días de liquidación o buscar desesperadas la cura para el más débil de sus hijos en un hospital público.

Pero ¿qué decir del hombre?, ser inferior cuya existencia está ligada en exclusiva a su contraparte femenina, y me incluyo resignado dentro de ese poco selecto grupo, donde sólo nos queda desempeñar el papel secundario en la historieta alrededor de ellas, no importa si nos esforzamos por el lugar más caro o por complacer sus caprichos, a la primera oportunidad nos restregan en la cara el nuevo sitial que pasamos a ocupar, (al lado de las sombras en su neceser de recuerdos) y vuelan frescas al cambio de Royal Regiment por Ebel, o de Yanbal por Channel. Somos dominantes, por supuesto, pero con una sonrisa tierna, un tomar de nuestras manos o endulzarnos con su más tierna voz, ellas demuestran que el "león" siempre es el domado y lo peor de todo, que nos gusta.

Mátate llamando a su celular, ufánate de distraerla en los cines y cafés, esfuérzate por saber todo de ella, declárate su guardaespaldas principal o juégate el partido de tu vida, pero en lo único que contribuyes es a la baja de categoría, pues nada está dicho en el vaivén del cortejo y el fragor de la competencia, el más mínimo descuido termina como en la sabana, al más pintado felino se le escapa la suculenta cebra. Lo peor de este concurso de supuestos ganadores es soportar, en cada reunión de fin de semana, la cháchara machista con el recuento de faldas que supuestamente sucumbieron a nuestras habilidades, hincha el pecho a la tercera chela, sacando al fresco momentos qué más tienen de imaginario y por los que todos celebramos, (pues somos lo máximo), cuando a dos cuadras, aquella por la que confesamos a nuestra atribulada madre que nos destroza el alma, se está besando con el único parroquiano que a la reunión ha faltado.

No hay comentarios.: